Jesuitas España

El 27 de marzo celebramos el Día Mundial del teatro, disciplina que ha estado ligada a la historia de la Compañía de Jesús, pues en él se unen palabra, imagen e imaginación, instrumentos fundamentales para la transmisión de la fe y claves de su espiritualidad ignaciana.

Es conocido que personajes como Goethe, el Archiduque Fernando, Luis XIV o Francis Bacon entre otros asistían a los colegios de jesuitas maravillados por las obras que allí se representaban, pues ya desde los inicios de la Compañía el teatro de sus colegios se volvió una seña de identidad en toda Europa y América Latina. El origen de las representaciones teatrales hay que ubicarlo en los inicios de los primeros colegios y con los años fue desarrollándose y adquiriendo mayor importancia.

Al comienzo estaba inspirado en el teatro universitario donde se representaban obras clásicas en latín. Pero pronto los jesuitas descubrieron una oportunidad, primero pedagógica y luego pastoral, de ahí que se pasara del latín a las lenguas vernáculas. Lo mismo ocurrió con la temática, de los recursos clásicos se pasó a argumentos moralizantes y religiosos. La propuesta ignaciana buscaba la reflexión y el razonamiento. Se representaba en ocasiones especiales y suponía una celebración y un auténtico evento social.

Existe una lista nada desdeñable de dramaturgos jesuitas. En España destacamos a Pedro Pablo Acevedo SJ que trabajó principalmente en Andalucía, a Juan Bonifacio SJ o a Hernando de Ávila SJ. Sobresalen principalmente la generación de dramaturgos que descubrieron como alumnos de colegios jesuitas su pasión por el teatro: en este elenco encontramos a Cervantes, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Quevedo, los Corneilles o el propio Molière.

Se estima que en el entorno del teatro jesuita puede haber escritas alrededor de 100.000 obras en el mundo. Estaban pensadas para que participasen el mayor número de alumnos y solían plantear una historia de salvación. Con el tiempo empezaron a incluir la música y la danza, si bien uno de sus rasgos fundamentes ha sido la puesta en escena, para que los sentidos incluyesen al espectador en la representación y así poder reproducir otra realidad con la mayor precisión posible. Y para ayudar a que una pieza teatral pudiera convertirse en un gran ejercicio de contemplación.

La tradición teatral continúa hoy viva en los colegios jesuitas como una intensa escuela de vida en la que obligatoriamente se aprende del éxito y del fracaso, de las aptitudes y actitudes, del exponerse y del trabajo silencioso, de lo individual y de lo colectivo y de asumir que estamos llamados a crear y que nuestra vida, por mucho que nos empeñemos, no depende totalmente de nosotros.

(*texto resumen del artículo “Teatro, el arte que toca la pedagogía y la espiritualidad ignaciana” de Álvaro Lobo SJ, revista Manresa. Vol. 92. Año 2020. Pp. 379-388)